CUENTO SOBRE ESPIRITUALIDAD Y FINANZAS
«Allí donde está tu tesoro, allí está tu corazón»
(Mt. 6, 19-23)
(Mt. 6, 19-23)
“Cada
uno tendrá que juzgar según lo que entiende por pobreza y por riqueza y
a qué aspira en esta vida. Habrá quien teniendo mucho no se sienta
nunca a gusto y busque por encima de todo tener más y más.
Yo creo que
la crisis mundial que estamos presenciando no es más que la
manifestación externa de cómo estamos interiormente.
SANA TU INTERIOR y lo exterior será sanado automáticamente”
“Todos
llevamos dentro al viejo rey triste aunque rodeado de riquezas;
llevamos dentro también al joven feliz aunque pobre como las ratas.
Una
dicotomía que impera en nuestra vida como si no pudiéramos más que
lograr o lo uno o lo otro. Llegó el tiempo en el que vamos a poder INTEGRAR AMBOS ARQUETIPOS y vivir una existencia plena de felicidad y prosperidad”
Mónica Álvarez
Mónica Álvarez
(Del Blog Alternativo)
Había una vez un rey en un país muy lejano, hace muchos, muchos años que contrajo una rara enfermedad para la que no encontraban cura. No tenía ningún mal físico que le causara gran dolor, era más bien una enfermedad del alma que lo recluía en un estado perpetuo de melancolía. Muchos sabios pasaron por su palacio, atraídos por la recompensa ofrecida a quien pudiera sanar al rey, pero nadie consiguió hacer nada por él.
Un día llegó un anciano, casi un pordiosero, que tras ser alimentado y debidamente bañado pudo por fin lograr su audiencia con el monarca. El viejo curandero le “recetó” un curioso remedio: Debes emprender un viaje por todo el mundo y buscar a una persona que sea feliz; cuando la encuentres, debes pedirle su camisa y ponértela.
El monarca ilusionado por poder encontrar un resquicio de esperanza y por tener por fin una razón por la que luchar en la vida se preparó para realizar su viaje del alma.
Como le recomendó el anciano, viajó corto de equipaje y con una sola persona de su séquito como acompañante. Recorrió ciudades y países y fue preguntando a todo el mundo que encontraba si era feliz, pero nadie le dio la respuesta deseada. Por fin una tarde, en un collado se encontró a un pastorcillo que regresaba a su casa con las ovejas después de una jornada en los prados. –Joven, ¿eres feliz? –le preguntó el monarca. Él no se lo pensó dos veces y con una amplia sonrisa en su cara y desde la profundidad de sus ojos negros le respondió que sí.
El rey no cabía en sí de gozo, pero cuál sería su sorpresa al pedirle por favor que le vendiera su camisa (por la que pensaba darle varios saquitos de oro que llevaba bien guardados a prueba de ladrones) el joven, le contestó que era tan pobre, que no tenía camisa…Sí, así es la vida, el joven más feliz de la tierra no sabía lo que era llevar una camisa…
Pero ya estamos otra vez alabando a quien es pobre, y dejando como un viejo caprichoso capaz de comprar hasta la felicidad con su dinero al pobre rey que sólo buscaba recuperar su amor por la vida.
La historia no cuenta qué pasó después. Pero si yo hubiera sido ese rey, habría contratado a ese joven para trabajar en un buen puesto en mi palacio. Le habría pagado un buen sueldo, le habría llevado a los mejores costureros del reino para que le hicieran los mejores trajes. Habría puesto profesores que lo instruyesen en los entresijos de los negocios.
No sé cómo continuó la historia, pero desde luego el rey, si se volvió a casa con sus saquitos de oro intactos sólo porque el joven no tenía camisa, diría que más que un rey era un solemne majadero y que se merecía todo el mal del alma que llevaba encima.
Porque lo más importante de aquel joven no era su camisa, sino su corazón. Si siendo pastor era capaz de ser feliz y cumplir con su trabajo con toda la responsabilidad que conlleva, yo querría a alguien así si fuera rey incluso para que me sucediera en el trono y fuera el monarca de mis súbditos cuando yo muriese. Porque una persona así, con la formación debida, es un tesoro en potencia.
«Allí donde está tu tesoro, allí está tu corazón»
(Mt. 6, 19-23)
(Mt. 6, 19-23)
Te falta lo más importante, que el rey que hay en tu interior sepa qué hacer con el tesoro intacto que hay en tu corazón. Saber invertir ese oro en el aprendizaje adecuado, en el cambio de mentalidad correspondiente para abandonar los viejos patrones hacia el dinero que te mantienen anclado en un patrón de escasez absurdo y obsoleto para el mundo de abundancia que vives en otros planos diferentes al económico.
Y no es muy complicado ni te va a llevar mucho tiempo. Se trata de aprovechar los recursos existentes para aprender a reconocer los patrones obsoletos que quieres apartar de tu vida, substituirlos por otros que te resulten adecuados y acordes a tus deseos y necesidades e ir disfrutando por el camino de las sincronías y casualidades que irán poblando tu vida llevándote a una situación financiera de abundancia.
Todos llevamos dentro al viejo rey triste aunque rodeado de riquezas; llevamos dentro también al joven feliz aunque pobre como las ratas. Una dicotomía que impera en nuestra vida como si no pudiéramos más que lograr o lo uno o lo otro. Llegó el tiempo en el que
vamos a poder integrar ambos arquetipos y vivir una existencia plena de felicidad y bonanza económica.
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