En ocasiones el comportamiento humano, bien mirado, es más bien el de una especie depredadora y voraz con todo lo que se le presenta por delante. Ver esto, desde dentro, no es tan fácil y por ello la magia evocadora de ciertos cuentos y relatos cortos nos acercan a esta realidad sobre la que deberíamos reflexionar.
Una colonia de hormigas que viven en paz, felices y organizadas en una sociedad inteligente hasta que un descubrimiento demasiado tentador modifica radicalmente las costumbres y las bases de la vida de ese ejemplar hormiguero. Es entonces cuando surje la parte más oscura de estos insignificantes formícidos con fatales consecuencias. ¿Similitudes con la especie humana en este gran hormiguero que llamamos Tierra y del que nos hemos apropiado?, ¡quién sabe!, veamos.
Os presento La Conferencia, relato corto sobre un grupito de hormigas, en principio, tranquilas y encantadoras.
El aula magna de la universidad estaba a rebosar; tal era la expectación por la conferencia magistral que el científico biólogo X estaba a punto de dar; tanto era así, que prestigiosos catedráticos y profesores procuraban hacerse con un lugar destacado entre las primeras filas.Que cada uno saque sus propias conclusiones… Existe un libro precisamente titulado No Somos Hormigas que se distribuye bajo licencia creative commons que ahonda en las diferencias que deberíamos tener con respecto a estos encantadores bichitos:
Todos querían oír de primera mano la tesis según la cual las hormigas del sur de la amazonia se extinguieron hace miles de años.
Los últimos alumnos en llegar se agolpaban en las escaleras, de pie; se respiraba tensión por el largo tiempo de espera.
El maestro, como así le llamaban, autor de las publicaciones científicas más influyentes de las últimas décadas, apareció por fin y anduvo hacia el estrado ajeno a tanta expectación; a la mayor brevedad, se dispuso por fin a hablar. En un segundo se hizo el silencio absoluto. Como era habitual, entró de lleno en materia.
- El final de la especie como tal, su colapso, no ocurrió hasta varias décadas después de su mayor momento de apogeo. Ocuparon sin duda, un lugar destacado entre las especies de mayor y mejor organización social.
Un aplauso espontáneo invadió la sala; sólo cuando se recobró el silencio, el maestro continuó.
– La compleja sociedad de las hormigas del sur de la amazonia, nombre que yo mismo les he dado, estaba organizada, cómo decirlo, popularmente. Respaldar esto con datos es complejo y se aleja de la línea vertebral del discurso que quiero ofrecer.
Las jerarquías elitistas del poder, podían ser alcanzadas por cualquier individuo de la colonia, independientemente de su origen, al menos en la teoría y siempre en función de su esfuerzo, trabajo e inteligencia; no obstante, en la práctica, sólo las líneas familiares más antiguas imponían su influencia en el destino y estructura de la colonia, aunque el principio de igualdad fuese entendido y aceptado por todos.
Existía entre las hormigas adultas una especialización total del trabajo, al menos hasta que se produjo un acontecimiento capital: aprendieron a obtener fructosa digiriendo individuos de colonias hormigueras inferiores. Desde ese momento crucial, quién sabe si por algún tipo de adicción a este azúcar, su organización social, digamos su preter-economía, se modificó sustancialmente para y por el único fin de obtener más y más fructosa. Este acontecimiento, salvando las distancias, puede ser equivalente a un nuevo paradigma tecnológico que revolucionara nuestra manera de vivir. Este hecho, digo, marcó un antes y un después en el destino de la colonia.
Creemos además que el deseo creciente de fructosa era impulsado por las elites gobernantes y quienes no mostraban interés por los cambios impuestos en la organización de la colonia, eran apartados del sistema automáticamente; posiblemente fueran asesinados por hormigas guerreras; éstas, si originariamente tenían el cometido de proteger del exterior a la colonia, a partir de ese momento fueron usadas para mantener la producción de fructosa.
Esta jerarquía, decíamos, era la que imponía en la práctica el destino vital de la colonia; organizaba e influía en ella para obtener el máximo de fructosa posible, a cambio de que el resto de individuos recibieran tan solo un poco.
Aún dándose este reparto injusto y desigual, las capas sociales de hormigas trabajadoras, queriendo emular y parecerse a las superiores, procuraban con mayor esfuerzo y dedicación obtener más y más fructosa.
Este cambio en su modelo social y económico, tuvo un éxito total y absoluto a medida que iban depredando las colonias adyacentes menos evolucionadas, de modo que para continuar este ciclo autoalimentado, tuvieron que salir de su espacio vital natural e ir más allá, robando y devastando los nichos ecológicos ocupados anteriormente por colonias de hormigas menos evolucionadas.
Como no podía ser de otra manera, la explosión demográfica en la colonia de hormigas del sur de la amazonia no tardó en producirse; la colonia se multiplicó en individuos, nunca saciados lo suficiente de modo que según mediciones recientes, cada año avanzaban un kilómetro cuadrado en su hábitat de influencia. Esto puede ser considerado un gran éxito evolutivo; no obstante, también fue el motivo de su colapso y desaparición final y total.
Al igual que una civilización que de repente agota su fuente principal de sustento, las hormigas del sur de la amazonia no contaban con que vivían confinadas en una isla artificial de apenas una hectárea formada por varios afluentes que vertían al río que les da nombre.
En el vasto espacio de tiempo de cincuenta años, al menos para unos insectos que apenas medían un centímetro de largo, llegaron abruptamente a su límite de expansión física.
De contar con abundante fructosa, fruto de la depredación y procesamiento de especies de hormigas más pequeñas y menos evolucionadas, de repente se vieron sin ninguna después de haber devastado todas las colonias de hormigas que encontraron a su terrible paso. Sin apenas sospecharlo, habían convertido la hectárea donde vivían confinadas en una isla completamente estéril.
Es de suponer que el caos que siguió a continuación fue total, a pesar de contar con una estructura social muy avanzada y, por qué no, moderna en los términos a los que una especie de formícidos se refiere. Este caos, decía, duró sólo unos meses, después de una auto depredación voraz y de la descomposición social donde ni siquiera las jerarquías dominantes, responsables en origen del cambio vital experimentado en la colonia, fueron capaces de sobrevivir; sucumbieron igualmente.
He aquí la historia del tremendo éxito evolutivo de las hormigas del sur de la amazonia propiciado por su descubrimiento para obtener el preciado azúcar, ejemplo paradigmático de cómo la obcecación por esa fuente primaria y única de alimento, de energía en definitiva, condujo a la especie al colapso total.
Gracias.
Un aplauso ensordecedor llenó la sala; de pie, todos aplaudían satisfechos por las palabras del maestro quien, tan modestamente como llegó al estrado, se retiró, cabizbajo, sin apenas torcer el gesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario